martes, 25 de febrero de 2014

Ante la Conadep, Wischnivetzky fue acusado de ordenar la desaparición de una persona


El excomisario retirado, acusado de comenter delitos de lesa humanidad y recientemente expulsado de la Secretaría de Seguridad del Chaco, Eduardo Wischnivetzky fue denunciado en 1984 ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) por la desaparición de Mateo Matutinovich, un joven brasero con retraso mental que hacía changas para la comisaría de Villa Ángela y también para el  propio Wischnivetzky.                                                                                            

A continuación, la carta completa.


Villa Ángela, 30 de marzo de 1984


Al señor Presidente de la Comisión por Desaparecidos

Don Ernesto Sábato


S----------/-----------D



Mucho medité antes de tomar esta decisión de escribir a esa honorable Comisión, pero hoy lo hago en la esperanza de que Dios ilumine vuestras mentes y vuestros corazones para que tan noble gestión llevada a cabo por uds. sirva para que salga a la luz tantas atrocidades cometidas en nuestra patria.

El motivo es denunciar ante esa Comisión la desaparición de una persona ocurrida en esta ciudad hace ya tres o cuatro años. Estando detenido en la comisaría local desapareció hasta el día de hoy Mateo Matutinovich, un hombre de unos 28 o 30 años, alto, rubio, hijo de Sofía Viuda de Matutinovich, con domicilio en pareja “Los Gansos”, distante unos 25 kilómetros de esta ciudad.

Responsable de esta desaparición son el entonces Jefe de la Regional “3”, ex comisario general Ángel Oscar Collazo; el comisario inspector, Eduardo Weniwesqui (por Wischnivezky), todavía en funciones y el cabo de policía Cardozo, lugarteniente entonces del nombrado últimamente y otros policías que no recuerdo el nombre y que colaboraron y particiapron en este hecho.

Mateo Matutinovich, señor presidente, no era un guerrillero, ni un delincuente, ni nada que le hiciera esperar o suponer tan triste destino. Era un bracero que por temporadas declinaba en sus facultades mentales pero muy útil y trabajador cuando su estado mental era normal. Tal es así que el entonces comisario Weniwesqui le hacía trabajar en sus chacras junto a otros presos y bajo la supervisión de Cardozo. Pero un buen día porque Mateo no realizó un trabajo como se le ordenó, Weniwequi ordenó su “ejecución” a manos de Cardozo, para luego, junto a otros policías, dedicarse a la macabra tarea de hacer desaparecer el cuerpo hasta hoy. Lo conocí bien a Mateo, además en ese momento me encontraba detenido junto a él, por lo que conozco bastante bien lo ocurrido, como mucha otra gente que en su momento no se animó a hablar por temor. Por eso sé que cuando su madre comenzó a preguntar por su hijo se fraguó una fuga adulterando para ello el “libro de guardia”, detalle este que sugestivamente nadie advirtió cuando se inició una tibia investigación sobre el caso. Como tampoco las diferentes versiones que le daban a su atribulada madre cada vez que en la Policía preguntaba por la suerte corrida por su hijo. Los culpables eran intocables, entonces nada de profundizar una investigación.

Pero este caso señor Presidente es irreversible. Mateo ya no existe y sus asesinos gozan de total impunidad. Estos mismos funestos policías quienes apañaban los crímenes cometidos por el entonces oficial Carlos Alfredo Lebes (hoy preso en Colombia) pero que aquí jamás estuvo un sólo día preso. Tenía anuencia para matar, pues se fabricaba una “resistencia a la autoridad” y “aquí no pasó nada”.

A diferencia de otros desaparecidos, señor Presidente, Mateo no tiene interés político para nadie. No era escritor, ni abogado y no habrá organización de por los derechos humanos que se ocupe de él. No era relevante y no tendría importancia más que para su atribulada madre, pero seguramente tenía derecho a la vida como cualquier otro ser.

Por último quiero permitirme una consideración personal que es la siguiente: si esta denuncia es derivada a la Comisión local, todo caerá en vía muerta. Aquí nadie se juega por nada que no le interese o que no le signifique réditos políticos.

Invoco a Dios para que los ilumine y ruego para que la indulgencia de esa Honorable Comisión pueda esclarecer éste y todos los casos que están en sus manos.

Saludo a Uds. con mi más alta consideración.


Horacio R. Fernández.

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