Escribo desde el dolor.
Es lunes 9 de diciembre. Son las 21. Hay saqueos en toda Resistencia. Se
escuchan tiros. Y ya se habla de muertos.
Los comercios del microcentro están tapiados como nunca. Los hiper y supermercados
están custodiados por los pocos policías que están trabajando. Los apoyan
algunos oficiales de Gendarmería y Policía Federal. Hay comerciantes armados en
sus locales. La imagen es espectral.
Los demás, los sublevados, están acuartelados en la Jefatura
de Policía en una protesta inédita y brutal para esta provincia. Piden pasar de
un básico de 1800 pesos a uno de 12 mil
a partir del 1 de enero de 2014. Piden que sus parientes tengan prioridad para
ingresar a la fuerza. Piden viviendas, chalecos, armas. Y no ser sancionados
por esto que están haciendo que es lisa y llanamente liberar la ciudad a la
delincuencia. Sus principales voceros son Carina Chas y Ruben Duarte.
Se respira un aire espeso. De paranoia y furia. El mercadito
de mi barrio, que tiene sus puertas abiertas hasta las 23, hoy estuvo todo el
día con las rejas bajas tratando de pasar la mercadería entre los barrotes. Dos
cuadras más allá, en diagonal al polideportivo Jaime Zapata, un grupo de
muchachos, todos en cuero, juegan a tirar cohetes. Tienen entre 20 y 30 años,
la mayoría. Se da una discusión con un
remisero que parece que recibió un cohetazo. Pero creo que sospecha que es otro
grupo que quiere saquear el mercadito que está a 20 metros. El ambiente está
así. Se agarran a las piñas con otros remiseros. Terminan a los cascotazos. Hay
gritos. El grupo se dispersa.
El gobierno no habla. O habla muy poco. Durante este lunes,
desde la prensa oficial no se emitió un solo comunicado sobre el tema. Ni uno. Hay
órdenes de no hablar. Sólo salió en algunas radios el ministro de Gobierno,
Marcos Verbeek, diciendo que no había saqueos, cuando ya se habían registrado
al menos dos. También anticipó que sancionará a los sublevados. Poco más.
El vicegobernador a cargo de la gobernación, Juan Carlos Bacileff
Ivanoff, reconocido por ser un tipo duro, de derecha, no apareció. No dijo
absolutamente nada. Su silencio se transformó en un vacío angustiante. La
negociación directa con los policías la lleva adelante el secretario de
Seguridad, Marcelo Churín, el Jefe de Policía, Gustavo Peña y el diputado
nacional, Juan Manuel Pedrini. El rumor es que se acordó 8.000
pesos en mano y la promesa de que no habrá represalias.
¿Cómo llegamos hasta acá? El efecto contagio en todo el país
de la protesta policial en Córdoba y los saqueos que allí se produjeron no son
la única explicación. En la provincia, como en la mayoría de jurisdicciones del
país, la cana cobra poco y mal. Hay que mejorarles el sueldo, sin dudas. Pero dejar
a la gente a la buena de Dios no es la forma. O mejor dicho: fue la peor.
¿Y los saqueadores? ¿De dónde salen? ¿Quiénes son? ¿Son los
mismos? Se habla de bandas organizadas. Que andan en motos o en camionetas. Actúan
en grupo, todos juntos, como pirañas. Roban plasmas, roban vino, roban sidra,
roban notebooks. No roban comida.
Es claro que en los hechos de vandalismo hay personas
dedicadas a delinquir que le resulta más sencillo hacerlo en banda que
enfrentarse solos ante una víctima. Una piña en la oscuridad, se diría.
Pero a ellos, a los que viven del delito, también se les
sumaron los ladrones de ocasión. Gente que nunca robó pero que al notar la indefensión
de la víctima y ver que algunas cosas están ahí, a la mano, se preguntan: ¿Y por
qué no? A ellos, a los que agarren, se les aplicará la figura penal de hurto
calamitoso, que prevé penas de 1 a 6 años.
Ya es medianoche y estoy solo en casa. Mi gato juega con un
bicho. La tele es parte del sonido ambiente. El teclado también. Hace tres
horas que vengo de recorrer el centro y la zona sur de la ciudad. No comí. En
un rato me voy a acostar.
Otra vez los tiros.
Ojalá pueda dormir.