miércoles, 9 de septiembre de 2015

Exjefe penitenciario planificó un doble crimen para monopolizar la venta de drogas en Barranqueras

Mariano Benítez fue asesinado por dos sicarios el 8 de noviembre de 2010.
Eran las 14.30 del 8 de noviembre de 2010 cuando los dos tipos golpearon las manos. Mariano Benítez estaba almorzando con su mujer, Luciana, y su pequeña hija en su casa de Barranqueras, una localidad que está pegada a Resistencia. Desde adentro los miró, puso un revolver en su cintura y se levantó de la mesa para ver qué querían. Su nena lo siguió.

A los pocos segundos, la pequeña regresó corriendo hacia su mamá con cara de espanto. Luciana le preguntó qué pasaba. La nena, que tenía tres años, no sabía explicarle. La alzó en brazos y ambas fueron hasta la puerta. Afuera, a su papá, los dos tipos lo estaban apuntando con un arma. Luciana se metió rápido en la casa para intentar llamar a alguien, pedir ayuda. Pero era tarde: los tipos, Cristian Rojas y Gustavo Encina, se lo impidieron porque ya estaban adentro.

Pedían tres kilos de cocaína que pensaban que “Marianito” tenía en su casa. Mariano les decía que no había droga, pero que si querían los llevaba a otro lugar donde sí. No le creyeron.  Comenzaron a revisar el dormitorio. La nena lloraba y Luciana, horrorizada, pedía que no le hagan nada. Rojas las llevó al baño y las encerró. “Señora, quédese tranquila”, le dijo. Mientras, Encina revolvía el dormitorio y seguía preguntando donde estaba la cocaína. Ahí encontró dos celulares baratos, 6700 pesos y una cámara de fotos. Pero no la droga. Lo agarró a Mariano y lo llevó hacia otra habitación que estaba en construcción en la parte de adelante de la casa. Para ese entonces, ya le habían quitado su revólver y le habían propinado varios culatazos en la cara.

Pasaron algunos minutos y Encina se cansó. Le ordenó a Mariano que se ponga de rodillas, mirando hacia la pared. El piso estaba sucio de cemento y cal. Rojas, que aún llevaba el casco de moto puesto, contemplaba la escena. Encina tenía su celular prendido para que escuchen desde una celda de la alcaidía de Resistencia todo lo que allí estaba sucediendo. Encina apuntó su pistola calibre 45 hacia la cabeza de Mariano. Desde el baño, Luciana escuchó el disparo. En la cárcel también lo oyeron. Luego, el silencio.

Eliminar la competencia

De acuerdo a la sentencia Nº132, dictada el 26 de agosto pasado por la Cámara Segunda en lo Criminal de Resistencia, a cargo de Gloria Salazar, este homicidio fue uno de los dos que había encargado el exjefe de la alcaidía provincial de Resistencia,  Ernesto Fabián Risso Patrón junto a un recluso desde la cárcel y por el cual fue condenado a prisión perpetua. La intención de estos crímenes era eliminar a los dealers de Barranqueras para así poder monopolizar el mercado de estupefacientes en esa zona de la provincia del Chaco.  Risso Patrón también fue hallado culpable de encubrir el homicidio de otra persona, quien también iba a formar parte del grupo de sicarios que eliminaría a Benítez pero que al final consideró que “no servía” para “el trabajo”.

Para concretar estos crímenes, según se pudo reconstruir en la sentencia, un preso de la alcaidía de Resistencia, de nombre Alejandro Saucedo, junto al comisario Risso Patrón convocaron a dos sicarios de Buenos Aires para que “limpiaran” la zona de Barranqueras.  Gustavo Encina y Fernando Rodas, que luego fue reemplazado por Rojas, viajaron desde Burzaco a Resistencia el 5 de noviembre de 2010. Además de “Marianito”, Risso Patrón y Saucedo habían pedido asesinar a otro dealer de la zona, de nombre Carlos  “Feto” Palacios, supuesto socio de Benítez, pero este crimen nunca llegó a concretarse.

De acuerdo a la sentencia, Risso Patrón los fue a buscar cuando llegaron al Chaco. En el fallo, también se señala que el comisario los paseó por la ciudad en su Corsa blanco, le mostró dónde tenían que ir a cometer los homicidios, los llevó a un cabaret y luego los alojó en la casa de Cristian Rojas.

Rodas no iba a llegar vivo para concretar el encargo. El 8 de noviembre de ese año, pasadas las 7, Gustavo Encina se comunicó con Risso Patrón en dos oportunidades y paralelamente con su hermano Lucas (quien se encontraba detenido en la alcaidía y era el nexo entre él, Risso y Saucedo). Les dijo que las cosas estaban muy mal con Rodas, apodado “el porteño”, y que en ese momento se estaban por agarrar a las trompadas. A las 8,55 llegó un mensaje al teléfono de Lucas: "El porteño no está más".

De acuerdo a los testimonios recabados,  Gustavo Encina fue con Fernando Rodas y Cristian Rojas con dirección hacia un baldío ubicado a la altura de la calle Alemania al 600, casi intersección con calle José Hernández. Bajaron hacia el interior de los pastizales y en un momento dado Encina sacó su pistola y le disparo a Rodas en la cabeza. ¿Por qué los sicarios se mataron entre ellos? El motivo no quedó claro. El único dato concreto es el altísimo estado de ebriedad que tenía Rodas al momento de su muerte: 2,97 gramos por litro. Ese mismo día, pero a las 14.30, Rojas acompañó a Encinas a cometer el asesinato de Mariano Benítez.

Pocos días después de estos crímenes, Rojas fue detenido por la Policía en la localidad chaqueña de Puerto Tirol. Encina fue atrapado en Paso de los Libres, Corrientes, donde se había ido a refugiar. Y Risso Patrón se entregó a la Justicia luego de estar una semana prófugo.

Al momento de entregarse, Encina comentó detalles de lo que hizo y su vinculación con Risso Patrón a los policías correntinos de apellidos Niz y Ferreyra quienes a su vez les transmitieron estos dichos a los integrantes de la comisión policial que lo trajo a Resistencia.

Una vez en la capital chaqueña, y como una forma de protegerse ante un posible ajuste de cuentas dentro de la cárcel, el asesino de Mariano Benítez grabó un video contando lo sucedido.

En la etapa de recolección de testimonios, la sentencia recuerda además que tres detenidos de la alcaidía también coincidieron en algo: Saucedo era un preso privilegiado con contacto con Risso Patrón. Éste le proporcionaba whisky, drogas y hasta celulares o chips para comunicarse hacia el exterior. Además, nunca le requisaban su celda. Y lo que es peor: dejaba salir a Saucedo del penal sin tener una orden judicial que así lo avale.

Esto, de acuerdo a la sentencia, formaba parte de una serie de irregularidades que se daban sólo en el turno de Risso Patrón, donde también se constató la salida de otros presos. Algunos, confesarían después que estaban en una lista para en algún momento salir del penal a robar, bajo el paraguas del comisario Risso Patrón quien a su vez le suministraría las armas necesarias para hacerlo.

Apoderarse del mercado

En suma y teniendo en cuenta las pruebas recolectadas, la jueza Salazar consideró que “quedó acreditado que Ernesto Risso Patrón y Alejandro Saucedo, ordenaron la muerte de Mariano Benítez, muerte en la que determinaron a Gustavo Encinas y Cristian Rojas, a través de una promesa remuneratoria y con la finalidad de apoderarse del mercado de venta de drogas en Barranqueras”.



De este modo sentenció a Gustavo Encinas y Cristian Rojas a la pena de prisión perpetua por hallarlos culpables del delito de  homicidio doblemente agravado por precio o promesa remunerativa y criminis causa. Misma pena le cupo al comisario Ernesto Risso Patrón por el delito de instigación en el delito de homicidio doblemente agravado por precio o promesa remunerativa (en el caso del homicidio de Mariano Benítez), encubrimiento agravado (por el homicidio de Rodas) y violación a los deberes de funcionario público (al dejar salir a presos de la cárcel sin orden judicial). Igual suerte corrió Alejandro Saucedo, el otro recluso que ordenó los crímenes narcos: fue sentenciado a perpetua por el delito de instigación en el delito de homicidio doblemente agravado por precio o promesa remunerativa y encubrimiento agravado.

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